ANTECEDENTES

El proceso de la gestión del riesgo no es exclusivamente técnico, es decir que el proceso debe salir de las oficinas, de los especialistas para volverse un trabajo de deliberación, concertación y por sobretodo de profundización de la democracia al acercar a ciudadanos y funcionarios en torno a la idea de la prevención y atención de desastres.

Se abre así la puerta a una nueva concepción de la gestión del riesgo basada en un modelo de Estado que interactúa con los agentes económicos, sociales e institucionales; bajo un principio de corresponsabilidad para la implementación de políticas públicas, en una perspectiva en que el primero ya no aparece como el ente omnipotente y omnipresente en la dirección de asuntos de planeación, sino como fuente de iniciativas de desarrollo y como escenario de confrontación y concertación de estrategias para la construcción del bien común.

La gestión para el desarrollo profundiza la democracia al fortalecer las redes sociales, al contribuir al conocimiento de sus problemas y al planteamiento de soluciones que reconozcan la manera de ser y la realidad del sector.

Lo importante es ganar en la articulación de estos esfuerzos dado que un hacer fragmentado debilita la capacidad de incidencia e impide construir una visión de la gestión del riesgo más allá de lo sectorial, para facilitar la gestión de acciones tendientes a mejorar sus condiciones, es necesario implementar estrategias que posibiliten la revisión, ajuste, convalidación y divulgación del Plan de Emergencia existente con la participación de otros sujetos para asegurar su gestión como herramienta legítima, viable y sostenible del desarrollo para el sector.